03 junio 2011

Astrofília: Una enfermedad incurable

Tycho Brahe y otras personas raras como el,
discutiendo de ciència astronómica
En estos últimos años en los que el SIDA, les epidemias, la gripe A???, y otras lacras sociales están a la orden del día, la sociedad parece haber olvidado a los astrofílicos, un reducido grupo de enfermos que sufren casi marginados su mal.

La astrofilia es en realidad un síndrome, cada vez más raro y poco conocido por la ciencia médica.
Su característica fundamental consiste en un desmedido interés de los pacientes afectos, por conocer y sobre todo observar los astros con sus propios ojos.Aunque su sintomatología semeja una enfermedad mental, en realidad sus manifestaciones son claramente orgánicas.


Por ejemplo: estudios oftalmológicos del umbral de sensibilidad luminosa, evidencian en los pacientes con larga evolución de la enfermedad un considerable aumento de su capacidad visual. Ello les permite detectar visualmente hasta lejanas galaxias con pequeños telescopios instalados en polucionadas ciudades. Más asombroso es el incremento en la agudeza visual en los afectos de la forma planetaria del síndrome: son capaces de registrar detalles en las superfícies de lejanos planetas y satélites. Hay célebres nombres de la astronomía clásica con esta variante que hicieron famosos los canales del planeta Marte y en su delirante actividad creían ver signos de civilización en su superfície.

Las formas de presentarse el síndrome son variadas. Es muy frecuente la aparición en las primeras decadas de la vida de un súbito interés por mirar al cielo y de construir telescopios con cualquier elemento a su alcance. Los individuos con mayor afectación llegan a entregarse a interminables ritos de tallar piezas ópticas de gran tamaño con las que construir telescopios, ya que encuentran más gratificante la observación cuando el instrumento es de construcción casera, aunque su aspecto sea lamentable. Ello no impide que haya un creciente número de empresas que se aprovechan del ansia frenética del enfermo por mejorar su instrumental y lo suministran a unos precios desmesurados.

También los avances técnicos favorecen la aparición de variantes muy sofisticadas de la enfermedad. Se incrementa el número de enfermos que se dedican desesperadamente a fotografiar una y otra vez regiones del cielo que están perfectamente estudiadas por la ciencia. En ello empeñan gastos muy considerables en equipo e incluso utilizando modernas cámaras electrónicas. A pesar de los torpes resultados obtenidos, no cesan nunca en su empeño desenfrenado.

No debemos confundir la verdadera astrofilia con locuras colectivas temporales como la "fiebre del cometa" (última plaga aparecida en 1986) ó fenómenos propagandísticos cómo el "eclipse del siglo". El auténtico astrofílico seguirá padeciendo su mal una vez terminados estos eventos. También es muy extraño que los astrofílicos no tengan interés por los OVNIS y otros fenómenos extraterrestres mucho más espectaculares para la mayoría de la población, lo cual agrava su aislamiento.

La etiología del proceso es totalmente desconocida. Si bien es cierto que se han hecho pocas investigaciones serias para conocer el mecanismo causante. Está practicámente descartado que se trate de una enfermedad hereditaria, aunque a veces se presenten varios miembros de una familia afectados. Tampoco parece probable una causa infecciosa ya que muy raras veces enferman personas que conviven habitualmente con el paciente.

La hipótesis más plausible que actualmente se baraja es una alteración del metabolismo del hierro. Se ha detectado que la hemoglobina de los enfermos, en lugar de tener el hierro como elemento predominante está formada además por otros metales pesados. Varios investigadores han concluido que se trata de los mismos componentes que se encuentran en los meteoritos que caen desde el cielo. Esta aventurada conclusión, por supuesto, no ha sido confirmada oficialmente.

Para el tratamiento de esta terrible enfermedad no existen medidas de gran efectividad. Afortunadamente el desarrollo de la sociedad industrial parece paliar notablemente los síntomas. Por una parte los altos niveles de polución lumínica hacen desistir de practicar la observación a muchos pacientes. Por otro lado la televisión y otras distracciones modernas parecen ejercer un efecto beneficioso al comienzo de los brotes, haciendo que se olviden del firmamento cuando su "afición" es incipiente.

El matrimonio y la dedicación a la familia originan en el enfermo una notable atenuación del mal, pero muchas veces es sólamente un periodo de incubación más o menos largo en el que la patología permanece larvada, rebrotando al final nuevamente.

A pesar de que se trata de una enfermedad social, las únicas asociaciones que existen son las creadas por los propios afectos con el fin de intercambiar experiencias sobre su extraño proceder. Afortunadamente dado el caracter individualista de los pacientes, son muy pocas las agrupaciones de este tipo que logran sobrevivir un cierto tiempo. De todas formas dado el carácter noctámbulo de su actividad es evidente un trasfondo macabro y despreciable para el resto de la humanidad.

Esa sensación de aislamento, por su gran rareza, confiere un gran dramatismo al padecimiento del mal, ya que ante la total incompresión de la mayor parte de la sociedad, el enfermo de astrofilia se siente orgulloso de ser uno de los pocos elegidos que intentan comprender el Universo en que viven.


Autor: Jesús R. Sanchez

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