08 noviembre 2013

La constelación de la Jirafa. Una constelación casi invisible

Constelación de la Jirafa
En el continente africano hay un mamífero conocido sobre todo por ser el más alto de todas las especies vivientes de animales terrestres. Los machos pueden llegar a medir cerca de los 5,5 metros de altura y pesar hasta 1000 kilos. Su nombre proviene del árabe (alta) y del latín (camelopardali) que significa "camello - leopardo", ya que, antiguamente se pensaba que este animal era fruto del cruce de un camello y un leopardo. Estos animales de cuello y lengua larga no duermen más de 20 minutos seguidos y en total llegan a dormir unas dos horas al día, por lo tanto las jirafas podrían ser, por su altura y su falta de sueño, unas excelentes astrónomas, pudiendo dedicarse, casi todas las noches , a observar la bóveda celeste estrellada.

Localización de la Jirafa
Pero la jirafa, además de un animal africano, es el nombre de la constelación olvidada del hemisferio boreal y que nunca se esconde bajo el horizonte. Fue "inventada" en tiempos relativamente recientes por el clérigo holandés Petrus Plancius que interesado por la cartografía, llegó a ser un experto en la realización de mapas, entre los cuales destaca el de un globo celeste con las principales constelaciones de la época y de otras nuevas, siendo una de ellas la de la Jirafa. Posteriormente, en 1624, el yerno de Kepler, Jakop Bartsch de reconocido prestigio astronómico, dio la "bendición" a la Jirafa como constelación en su libro sobre grupos estelares, aunque la dibujó como el camello bíblico, en el que Rebeca va en búsqueda de Isaac, para convertirse en su esposa.

La Kascada de Kemble en la
constelación
Pero la Jirafa o Camelopardalis, que se pasea por el cielo como vecina de las nobles Casiopea y Osa Mayor, es una constelación muy desconocida por parte de los aficionados a mirar el cielo nocturno, y ello no es por ser una de las últimas en incorporarse el la bóveda del cielo estrellado, si no por su aparente carencia de vistosidad. Sus estrellas más brillantes casi no se pueden ver a simple vista, si no se miran desde un lugar muy oscuro, aunque esta carencia de estrellas resplandecientes no hace que la Jirafa sea una figura inventada, para rellenar una zona vacía de los cielos del norte, sin ningún  interés.

Cascada de kemble
Una parte de Camelopardalis está inmersa en la Vía Láctea, donde es posible ver miles de estrellas mediante un pequeño instrumento óptico, dejando boquiabiertos a los observadores desde los tiempos de Galileo. Este sabio florentino hacía sus observaciones con un modesto telescopio de 5 cm de abertura. Así pues, únicamente es necesario utilizar unos prismáticos caseros y “barrer”, sin prisas, los dominios de la Jirafa, en especial en el umbral de Casiopea y con los límites de Perseo y el Cochero, para darse cuenta de la riqueza que hay en esta parte del cielo.

Cúmulo existente al final de la
Cascada de Kemble
Una vez localizada esta constelación y con prismáticos, podremos observar una pintoresca cadena de estrellas, sin ninguna relación entre ellas y conocida popularmente como la Cascada de Kemble. Veremos una veintena de estrellas de diferentes colores, en una hilera que se extiende con una longitud aparente de unas cinco veces la de la Luna llena, terminando con un cúmulo estelar abierto, relativamente compacto. Popularizadas en 1.980 por el fraile franciscano, entusiasta de la astronomía, Lucien Kemble , se asemejan a una cadena recta, sólo desde la perspectiva de nuestra posición en la Vía Láctea .

¿Por qué no os proponéis   encontrar la “Cenicienta” de las constelaciones en los cielos boreales, antes de la medianoche y mirando sobre el horizonte norte? Eso si, sin intentar detectar ninguna Jirafa ni ningún Camello, a la vez que observáis la línea de estrellas de colores de la Cascada de Kemble. Es un objetivo posible y que no os dejará indiferentes. A la sabiduría por la astronomía.



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