28 julio 2011

Nuestro planeta azul está menos solo

Órbita del asteroide troyano TK7

Llevamos unos dias moviditos en nuestro Sistema Solar. Si hace pocas semanas el telescopio espacial Hubble descubria la cuarta luna del helado planeta enano Plutón, ahora nos enteramos que nuestro planeta azul tiene un asteroide troyano. El pequeño asteroide de unos trescientos metros de diámetro escolta a la Tierra y a la Luna en su viaje anual alrededor del Sol. El descubrimiento, que se presento recientemente en  la revista científica Nature, coincide con una época de renovado interés por los asteroides entre los astrónomos y entre las agencias espaciales.

El nuevo vecino de la Tierra se ve
en la parte inferior derecha.


Poco se sabe por ahora del nuevo compañero de la Tierra y la Luna, más allá de su tamaño, su posición y su órbita. En la única imagen que sus descubridores han presentado, aparece como un punto blanco, entre otros muchos puntos blancos, sobre un fondo de cielo negro. Martin Connors, el astrónomo de la Universidad de Athabasca (Canadá) que ha liderado la investigación, sabía dónde buscarlo. Se habían descubierto antes asteroides que acompañan a Marte, Júpiter y Neptuno en sus órbitas alrededor del Sol, por lo que también podía haberlos en la Tierra. Estos asteroides, llamados troyanos, solo pueden residir en regiones del espacio donde mantengan una órbita estable respecto al planeta. Lo cual solo ocurre en dos puntos para cada planeta, los llamados puntos de Lagrange L4 y L5 en honor al matemático francés que los descubrió en 1772.
Si imaginan la órbita de la Tierra como un círculo con el Sol en el centro, el punto L4 se encuentra 150 millones de kilómetros por delante de la Tierra y el punto L5, 150 millones de kilómetros por detrás.

Es hacia estos dos puntos que Connors dirigió sus observaciones. Los intentos anteriores de encontrar asteroides troyanos que acompañan a la Tierra habían fracasado debido a que, por su posición en el espacio, la luz del Sol dificulta su observación. Además, son astros pequeños, oscuros y lejanos, lo que supone una dificultad añadida para detectarlos. Sin embargo, el lanzamiento del telescopio espacial Wise de la NASA en diciembre del 2009 amplió la capacidad de detectar asteroides con órbitas próximas a la de la Tierra. Analizando observaciones realizadas a lo largo de seis días seguidos el pasado diciembre, Connors y su colega Paul Wiegert, de la Universidad de Ontario del Oeste (Canadá), identificaron un astro minúsculo que parecía orbitar alrededor del punto L4. Faltaba realizar más observaciones para confirmar el descubrimiento. Recurrieron al telescopio Canada-Francia-Hawaii, situado a 4.200 metros de altitud en la isla de Hawai, para precisar la órbita del astro. Las observaciones realizadas a lo largo del mes de abril demostraron que efectivamente se trata del primer asteroide troyano de la Tierra. “Es muy posible que no sea el único”, explica Jordi Isern, director del Institut de Ciències de l’Espai (CSIC-IEEC). 
La órbita caótica de TK7
se representa en verde

En Júpiter se han descubierto más de 4.000 asteroides troyanos alrededor de los puntos L4 y L5. Los astrónomos descartan que pueda haber tantos en la Tierra, ya que su atracción gravitatoria es mucho más débil que la de Júpiter, y que se encuentra más lejos del cinturón de asteroides de donde proeceden los troyanos –que se encuentra entre las órbitas de Marte y de Júpiter–. Aun así, “la Tierra puede tener más asteroides troyanos que aún no se han descubierto”, señala Isern. El único que se ha encontrado hasta ahora tiene un diámetro de 300 metros, según han calculado sus descubridores a partir de su luminosidad en las imágenes de los telescopios. Esta estimación presupone que el asteroide tiene una forma aproximadamente circular; si fuera alargado, tendría más de 300 metros de longitud y menos de 300 de anchura. Su situación alrededor del punto L4 indica que el asteroide precede a la Tierra en la órbita alrededor del Sol. Dado que lleva una ventaja equivalente a una sexta parte de la órbita, y que la Tierra tarda un año en completar la órbita entera, esto significa que va dos meses por delante del planeta: la Tierra pasará a finales de septiembre por el punto alrededor del que orbita el asteroide. Designado por ahora como 2010 TK7, sus descubridores tienen derecho a proponer un nombre más poético, que después deberá ser reconocido oficialmente por la Unión Astronómica Internacional. Otros asteroides emblemáticos tienen nombre propios como Ceres (el mayor de todos), Vesta (al que ha llegado esta semana la nave Dawn de la NASA) o incluso el pequeño asteroide Pepita (descubierto desde el Observatori Fabra). “Desde hace unos años, hay un interés renovado por los asteroides”, observa Josep Maria Trigo, astrónomo del Institut de Ciències de l’Espai y especialista en este tipo de astros. Hay un creciente interés científico porque la mayoría de asteroides son residuos de la formación del sistema solar que no llegaron a integrarse en ningún planeta. Por lo tanto, que conservan la composición de la materia a partir de la que se formaron el Sol y los planetas y pueden aportar datos clave para comprender el origen del sistema solar. Pero hay también un creciente interés tecnológico ya que los asteroides emergen como el próximo gran objetivo en la exploración del sistema solar una vez se han enviado grandes misiones a la mayoría de los grandes planetas. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, incluso anunció el año pasado un plan –que por ahora no tiene financiación- para enviar por primera vez astronautas a un asteroide antes del 2030 como estrategia para preparar una futura misión tripulada a Marte.

Extracto de la La Vanguardia

Tot Astronomia

0 comentarios:

Publicar un comentario